Entenderse es necesario para subsistir, salir adelante y tener éxito.
Una de las presuposiciones de la Programación Neurolingüística indica que el significado de la comunicación es la respuesta que se obtiene de ésta. En otras palabras, la comunicación depende enteramente de lo que el receptor entiende. Lamentablemente es habitual que lo que dice el emisor y lo que recibe el receptor no sea lo mismo.
Llevo más de ocho años viviendo en España y, a día de hoy, por mi manera de hablar, poca gente adivina mi procedencia. Pero eso no siempre fue así. En mi primer trabajo en este país, cada vez que decía dos cosas, tenía que repetir una de ellas para lograr que me comprendieran. ¿Solución? Comencé a hablar como mis interlocutores (a la española) y la diferencia fue abismal.
Barreras que distancian a los interlocutores
En una entrada anterior hablaba sobre las diversas barreras que pueden existir entre orador y público y cómo éstas son capaces de impedir el entendimiento entre ambas partes. Los acentos, los modismos, la jerga local, la terminología técnica, las formalidades y otras tantas variables pueden ser grandísimas barreras comunicativas entre personas de culturas distintas (o no), en situaciones de comunicación uno a uno, o al hablar en público.
Tras varios años dando y escuchando discursos en español y en inglés, me he dado cuenta de que es imposible lograr que todo el mundo entienda al 100% lo que se cuenta. Aun así, sí es posible maximizar el entendimiento siguiendo algunas pautas muy sencillas.
Cómo asegurarnos de que nos comprendan cuando el público es extranjero
Cuando como ponentes hablamos en nuestra lengua nativa ante personas de otras nacionalidades, es fácil que las perdamos en el transcurso de la charla porque podemos emocionamos y comenzar a “darlo todo” (aunque a nuestro propio estilo). Factores que inciden: acento, velocidad de habla, uso de palabras difíciles. ¿Cómo controlarlos?
- Vocalizar: Hay acentos muy marcados a los que no estamos acostumbrados (y no hablo sólo del inglés de Nueva Zelanda o de Escocia; hablo también del español de pueblos de Andalucía o de Mallorca). Mientras más cerrado, más difícil de entender. Vocalizar ampliamente facilitará las cosas a quienes nos escuchan. Ayuda pensar en cómo le hablaríamos a la abuela (aunque sin gritar).
- Controlar la velocidad: Algo de lo que se quejan habitualmente los “guiris” es de que hablamos demasiado rápido. En muchos casos cuentan con el suficiente vocabulario como para comprender, pero como el complejo de Speedy González nos ataca, perdemos la oportunidad de conectar con ellos. Disminuir las revoluciones por minuto hará que conectemos con un número más amplio de personas cuya lengua nativa es otra por el simple hecho de que les resultará más fácil captar el mensaje.
- Seleccionar bien las palabras: ¿Por qué decir “transcurrir” cuando podemos decir “pasar”? Mola sonar inteligente, pero si nadie se entera, ¿de qué nos sirve? Ojo, que si bien preparar un discurso requiere de una preparación concienzuda y un análisis previo de la audiencia, no hace falta ser Einstein para saber qué tipo de palabras evitar. Basta con pensar que hablamos a un niño de 14 años (aprox).
Cómo asegurarnos de que nos comprendan cuando los extranjeros somos nosotros
Cuando el nativo del idioma de la ponencia es el público, es fácil que éste pierda la paciencia al ponente si su nivel en el idioma local no es óptimo. También se corre el riesgo de que el público no entienda determinadas expresiones traducidas literalmente o que, por pereza, no se esfuerce en comprender lo que como ponentes intentamos decir. Factores que inciden: Se me ocurren gramática poco adecuada, vocabulario pobre y/o errado, uso de palabras similares en sonido pero de significado distinto (ejemplo: constipado y constipated; te invito a reflexionar al respecto), acento muy marcado, entre otros. Aparte de hablar despacio y vocalizar correctamente (mencionados arriba), conviene tener en cuenta lo siguiente:
[Nota: Partimos de que, sin ser bilingües, tenemos un nivel (al menos) decente de dicha lengua extranjera.]- Redactar un guión: Escribir de “pe” a “pa” lo que queremos decir (aunque no para memorizarlo) y luego editar a muerte. Preparar un guión asesorándonos de un nativo o una persona bilingüe no sólo mejorará el mensaje haciéndolo más claro, sino que puede que nos salve de hacer algún papelón (“constipated, anyone?”).
- Ensayar:Practicar nuestro discurso (varias veces) antes del gran día nos hará ganar en soltura en cuanto al tema y en fluidez en cuanto al idioma, sobre todo si no estamos acostumbrados a presentar en dicho idioma (habitualmente inglés).
- Buscar feedback: De nada sirve esa práctica si no implementamos el feedback… Tanto en el momento del ensayo como durante la charla (en directo o mediante grabación), lo ideal es que otras personas presencien el discurso. Ayuda hacerlo frente a otras personas tanto nativas/bilingües como no nativas/bilingües para tener ambos puntos de vista sobre cuán bien nos hacemos entender.
Vivimos en un mundo cada vez más interconectado. Lamentablemente, el Esperanto no proliferó. Esto ha hecho que el inglés siga siendo todavía el idioma internacional por antonomasia. Si tenemos algún tipo de contacto (profesional o social) con otras culturas, es altamente probable que nos toque hacer alguna presentación en inglés (o en ciudades cosmopolitas, en nuestro idioma a públicos extranjeros). Por ello, es importante, no sólo estar seguros de lo que decimos, sino de que nos entienden. Porque, si no, es como hablarle a una pared. Y ¿de qué sirve hablar con una pared? Ese tema escapa las competencias de este blog.
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