En la entrada pasada quedó claro que la conclusión hay que pensarla y ensayarla muy bien para no dejarla al azar y así evitar tirar por la borda todo lo bien que lo pudimos haber hecho durante el resto de la ponencia. Pero para fastidiar una conclusión, no basta sólo con no prepararla bien. Hay ciertos detalles que, a primera vista, no parecen tener demasiada importancia. Podemos estar haciendo un grandísimo trabajo hasta que «¡zas!», ya no es tan grande.
Y es que el éxito está en los detalles. Es posible no lograr el impacto deseado por no darle una pensada más a las cosas, otra vuelta de tuercas al «qué» y al «cómo» presentar.
Éstos son cuatro errores comunes, aparentemente imperceptibles, pero que pueden hacer mucho daño.
1. Usar lenguaje negativo
Incluso si tiene intenciones positivas, hablar en negativo es contraproducente porque suele dejar en la mente de quien escucha la imagen opuesta a la que deseamos. Decir “no fumes” implica tener que visualizar el acto de fumar, para luego visualizar no hacerlo y poder actuar sobre el mensaje.
2. Dar las gracias
Agradecer no está mal; de hecho, si las gracias son genuinas, hacerlo es positivo. Y en determinados casos es prácticamente obligatorio. Pero dar las gracias al final tira por los suelos la fuerza de nuestra conclusión y se pierde la energía con la que hemos dejado al público. Si hay que hacerlo, que no sea en el último párrafo.
3. Anunciar haber terminado
Decir algo así como “y eso es todo amigos” al acabar una ponencia es el equivalente de estar teniendo una noche de pasión y decirle a la pareja “ya he terminado”. “¡¿Qué… ya!?” Eso no se hace. Si no nos curramos una conclusión memorable, al menos hagamos evidente el haber terminado y no decirlo de de forma explícita. Esto se logra pausando cada vez más entre las palabras en la última frase; mirando a un lado… mirando a otro… con cada una… de las últimas… palabras. Y al final una gran sonrisa.
4. Recibir y contestar preguntas
Muchas personas dejan la sesión de preguntas y respuestas para el final y, tras contestar a la última, se despiden. Esto es peligroso porque dejamos el control de la ponencia a quienes nos escuchan. Y si la última pregunta nos deja con el listón alto, no pasa nada. El problema sucede cuando la última pregunta nos deja en evidencia (por malintencionada, porque no sabemos su respuesta, porque no viene a cuento). Cuando esto sucede, todo el buen trabajo hecho antes es tirado por la borda. Por ello, tras la última respuesta, mejor tener preparado un cierre con alguna de las indicaciones de arriba.
Sí, prácticamente todo el mundo hace estas cuatro cosas, y no, nadie ha muerto por ello. Pero evitarlas puede suponer un mundo a la hora de quedarnos en el recuerdo ajeno.
Termina tu discurso con fuerza y marcarás a la gente incluso después de haber terminado de hablar.
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Imagen de Steinar Johnsen
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