Al hablar en público solemos disponer de un tiempo limitado. No sólo por cuestiones de agenda del público, del organizador o de nosotros mismos como presentadores. También por el hecho de que, pasados 45 minutos, incluso las presentaciones interesantes comienzan a ser verdaderos suplicios. Ésta es una de las tantas razones por las que no conviene intentar decirlo todo de la primera… porque no hay tiempo suficiente.
La sesión de preguntas y respuestas es una parte fundamental de cada presentación. Permite al público enterarse de aquello que no hemos tratado todavía y que, muy probablemente, no habríamos mencionado hasta no haber contado otras mil cosas. Es el momento de satisfacer las necesidades insatisfechas sin rodeos, yendo al grano.
Por suerte o por desgracia, cada miembro del público es hijo de su padre y de su madre. Esto implica que, el cómo haya interpretado nuestro mensaje, por muy bien planificado que haya estado, puede alejarse de lo que buscábamos y despertar en esta persona inquietudes muy variopintas. Esto se traduce en preguntas, a veces, muy rebuscadas, difíciles o, directamente, irrelevantes.
Depende del caso. Muchas veces, la pregunta es relevante y bien intencionada. En otros no tanto. Cada uno debe ser tratado de una manera concreta.
Cuando la pregunta es relevante
Tras pensar un instante y verbalizar la pregunta con nuestras propias palabras, es conveniente reconocer lo interesante de ésta y agradecer a la persona el haberla hecho, para luego decir que no conocemos la respuesta, pero que estaremos encantados de investigarla y contactarle más adelante. Hacer esto no nos deja en evidencia, sino muestra que somos humanos y que no tenemos que saberlo todo. Si, en cambio, intentamos inventarnos una respuesta, basta que haya una sola persona en el público que se dé cuenta de ello para que se nos caiga el pelo y nuestra credibilidad desaparezca.
No pasa nada si no conoces la respuesta. Sólo asegúrate de quedarte con los datos de la persona que la ha hecho y cumplir tu promesa de contestarla en un futuro muy cercano.
Cuando la pregunta es irrelevante
A veces las preguntas son malintencionadas, o bien intencionadas pero sin pies ni cabeza. En estos casos, sabiendo que el tiempo disponible es limitado y que, seguramente, hay otras personas interesadas en preguntar, hay que cortar la situación por la raíz y pararla en seco. Decir amablemente que el tema que trata dicha pregunta escapa el alcance de la ponencia, pero que una vez terminemos de hablar le invitamos a discutirlo cara a cara, es una manera diplomática de pedir a la persona un poco de cordura.
Hazlo con elegancia, respeto y amabilidad y luego pasa a la siguiente persona. Seguro seguirá habiendo gente interesada en que contestas a más inquietudes.
En cualquier caso, ten siempre presente que la sesión de preguntas y respuestas es muy enriquecedora ya que permitirá al público aclarar dudas y terminar de interesarse por el tema tratado. Prepárate exhaustivamente de antemano para cualquier duda que pueda surgir, pero si preguntan algo que no sabes contestar, hazlo en otro momento.
¿Qué te funciona a ti cuando te hacen alguna pregunta que no sabes contestar? ¿Cómo haces para salir airoso?
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Imagen de Bilal Kamoon
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