Javier Iglesias Coll, trainer en Programación Neurolignüística y antiguo compañero de Toastmasters me enseño la famosa frase de Ken Blanchard: “Feedback is the breakfast of champions” (La ‘retroalimentación’ es el desayuno de los campeones). Esta frase tiene tantas aplicaciones como áreas existen en la vida. Porque aprendemos de los errores y reforzamos comportamientos positivos a partir de las evaluaciones que recibimos de los demás (en lo que sea que hagamos). Esto no quiere decir que no podamos o no debamos autoevaluarnos; todo lo contrario. No obstante, los puntos de vista ajenos nos permiten darnos cuenta de cosas que, desde nuestro propio sistema, sería complicadísimo ver.
Uno de los grandes pilares de Toastmasters es precisamente la evaluación. En primera persona, aprendemos practicando y siendo evaluados por nuestro desempeño. En segunda persona, aprendemos escuchando discursos y fungiendo como evaluadores. Incluso aprendemos pasivamente como terceras personas, escuchando y viendo a los demás practicar y ser evaluados por su propio desempeño. La palabra clave en cualquiera de estas tres modalidades es escuchar. Sin escucha no hay evaluación y sin evaluación no hay aprendizaje. Por lo tanto, sin escucha no hay aprendizaje.
Evaluación en primera persona
Tras dar un discurso somos evaluados y aprendemos que no tenemos todas las respuestas, que no nacimos sabiendo y que el proceso de aprendizaje (tanto de hablar en público como de cualquier otra habilidad) requiere de trabajo concienzudo y constante. Además, se nos ofrece la oportunidad de enriquecer nuestro sistema con perspectivas distintas, permitiéndosenos abrir los ojos a posibilidades que no nos habríamos planteado de otro modo.
Evaluación en segunda persona
Evaluando a quienes han impartido un discurso aprendemos a escuchar activa y efectivamente, habilidad útil y necesaria en toda situación en la que interviene más de una persona. Durante este proceso (y a fuerza de practicarlo), llegamos a comprender que, para ofrecer una evaluación competente, es preciso desconectar de los propios pensamientos y dedicar la atención (y la intención) completa a quien habla, buscando captar qué dice y cómo lo dice.
Evaluación en tercera persona
Presenciando como evalúan las presentaciones de otros, podemos aprovechar (de forma pasiva) lo asimilado por las evaluaciones en primera y segunda persona. Tenemos la posibilidad de potenciar y mejorar nuestra capacidad de escucha, así como aprender de los puntos de vista ajenos. Aunque, no dejando de ser una manera legítima de aprendizaje, no hay nada como ensuciarse las manos y evaluar o ser evaluado.
Pero somos una especie animal difícil de entender. Tenemos complejos, recelos y prejuicios y, por ello, parecería como si no estuviésemos diseñados para aceptar la crítica, incluso la constructiva. Desconozco si esta característica viene de fábrica o es producto de nuestra “evolución”. Lo cierto es que no soportamos no tener la razón y nos cuesta horrores cederla. Por ello, para que una evaluación surja efecto, e imprescindible tener mucho tacto (como evaluador) y el corazón bien abierto (como evaluado).
El método del sándwich ayuda a suavizar la sensación de ataque, ofreciendo un elogio merecido y fundamentado, continuando con recomendaciones para hacerlo mejor y finalizando la evaluación en una nota positiva. Esto predispone al oyente a abrirse desde el principio y lo deja con buen sabor de boca al final, ofreciéndole pautas para mejorar su discurso en futuras ocasiones. Aún así, para que la evaluación sea realmente provechosa, es importante que las recomendaciones se mencionen como posibilidades de actuación (positivas) y no como carencias o faltas del presentador (negativas). Hacerlo así reforzará su predisposición a escuchar y a tomar en serio dichas recomendaciones. Además, durante una evaluación oral, es recomendable que el evaluado no se justifique ni dé excusas sobre sus “puntos débiles”, porque esto, de manera inconsciente, hará que haga caso omiso de las sugerencias y refuerce la idea de que aquello que se le “critica”, en realidad no tiene por qué ser modificado.
El feedback es, junto con la preparación y la práctica, uno de los pilares del entrenamiento efectivo en oratoria. Enriquece nuestra forma de entender la materia y nos hace mejores presentadores. Ciertamente, las evaluaciones son opiniones y éstas no dejarán nunca de ser subjetivas pero, por poca experiencia que pueda tener la persona que nos evalúa, siempre que tenga un mínimo de rodaje en la materia, tendrá la capacidad de ver cosas en nuestro discurso que, nosotros desde fuera y, a pesar de la experiencia que podamos tener, muy probablemente no captemos por nuestra propia cuenta.
Por ello, si queremos ser campeones, tenemos que evaluar y ser evaluados.
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