Memorizar discursos – Bondades y peligros

¿Memorizar o no memorizar? Ésa es la cuestión.

Desde que comencé con esto de la oratoria, se me ha planteado la disyuntiva de si aprenderme el discurso de “pe” a “pa” o si ser capaz de pronunciarlo entero con mis propias palabras. Sumando y restado lo que he aprendido en estos años, concluyo que el memorizar o no un discurso dependerá de varios factores, entre los que están: el orador mismo y su propio estilo,  así como la naturaleza de la ponencia. Matices aparte, he entendido que hay que saberse muy bien la introducción (para abrir con fuerza), la conclusión (porque es lo último con lo que se queda la gente) y las frases potentes y de transición (para mantener el interés de la gente durante el transcurso de la charla). NOTA: En discursos cortos (menos de diez minutos), estas tres partes suponen casi su totalidad, lo que implica tener que conocerlos de memoria prácticamente enteros.

Bondades

En realidad, se trata más bien de una sola bondad. Aprenderse el discurso de cabo a rabo suma en impacto porque permite utilizar frases y palabras más acertadas que cuando parafraseamos. Esto, dando por hecho que se haya escrito de manera inteligente y estudiada.

Peligros

Memorizar cada palabra y signo de puntuación es muy arriesgado. Lo aprendemos de memoria como un todo y cada párrafo está compuesto de frases cuidadosamente hilvanadas. De olvidar a penas un trocito, podemos perder el hilo conductor y quedarnos en blanco, como si se tratara de una cadena a la que se le rompe un eslabón.

Además, cuando aprendemos un discurso en su totalidad, habla nuestra memoria y no nuestro corazón. En este caso, es muy probable que el discurso salga de forma mecánica, ya que prestamos más atención a decirlo correctamente que a acercarnos al público y conectar con éste.

Pero, ¿qué opinan otros expertos al respecto? He aquí sus comentarios sobre la pregunta “¿Memorizar o no memorizar (el discurso)?”.

Olivia Schofield

Mi respuesta es que lo hago y no lo hago. Ya sea un discurso de siete minutos y medio para una competición (de Toastmasters) o un discurso de apertura de un evento, sí, me lo aprendo. ¿Por qué? Porque es como una sinfonía… El trabajo dedicado a la selección de las palabras, al  ritmo, las pausas, los picos y valles de energía; todo esto debe lograr una tempestuosa obra maestra.

En cambio, los talleres y seminarios son distintos. Escribo el guion completo, palabra por palabra, me aprendo las pequeñas historias que ilustran cada punto y las cuento de modo que tengan un efecto dramático, pero son más como piezas de Lego, estratégicamente colocadas dentro de los talleres para desarrollar cada punto. El resto del taller lo improviso con la ayuda de mis notas.

Olivia es oradora motivacional, entrenadora y coach en oratoria. Fue finalista en el Campeonato Mundial de Oratoria de Toastmasters en 2011. Visita la web de Olivia Schofield.

John  Zimmer

Cuando doy presentaciones, por ejemplo alguna que suponga usar diapositivas, nunca memorizo. Se sentiría demasiado robótico y no ofrecería la posibilidad de interacción con el público. En cambio, me familiarizo a fondo con mi presentación; conozco los detalles y sé cuál es la siguiente diapositiva. (Un buen software de presentaciones permitirá al presentador ver en la pantalla del ordenador la diapositiva actual y la siguiente mientras la audiencia sólo ve la actual en la pantalla.)

Los discursos son diferentes. Normalmente son más cortos que las presentaciones. Mucha gente lee sus discursos. Algunos oradores, como Barack Obama, pueden hacer parecer como si no estuvieran leyendo, pero habitualmente tienen la ventaja de disponer de sofisticados teleprompters. Otros pueden dar sus discursos sin ningún tipo de asistencia. Muchos de ellos pueden memorizar un discurso palabra por palabra y esto es genial si se tiene una gran memoria. No obstante, la mayoría de la gente que memoriza su discurso y luego olvida alguna palabra puede verse en aprietos para recuperar el hilo nuevamente.

Cuando doy un discurso, particularmente uno cronometrado, dedico mucho tiempo a escribirlo y a diseñar el guión. Si bien puedo memorizar algunas partes como la introducción y la conclusión, realmente invierto mi tiempo en interiorizar el resto del discurso (en lugar de memorizarlo). Dicho de otro modo, conozco las palabras pero no estoy atado a éstas. Puedo expresar las ideas que deseo transmitir pero las palabras exactas pueden cambiar. Prepararse para un discurso de esta manera nos acostumbra a aprendernos el material permitiéndonos flexibilidad para ayudarnos a mantener la naturalidad sobre el escenario.

John es abogado en la Organización Mundial de la Salud y profesor en la Universidad de Lucerna. Es experto en oratoria y su blog Manner of Speaking es de los más visitados a nivel mundial.

Jerzy Zientkowski

La respuesta es: depende. Cuando eres un principiante, está bien memorizar los discursos porque esto te fuerza a escribirlos palabra por palabra. Esto, a su vez, te fuerza a trabajar con las palabras y te permite elegir las frases que funcionen mejor para el público y darte cuenta de si efectivamente funcionan correctamente en cada caso.

Además, cuando memorizas (bien) tu discurso, no utilizas palabras al azar que te impidan conectar con tu público. Improvisar siempre es peligroso.

Éste era mi caso hasta que descubrí el siguiente truco que me ha permitido no memorizar discursos completos y seguir siendo efectivo. Sigo escribiéndolos palabra por palabra pero:

  • Memorizo sólo las frases clave que son demasiado importantes como para cambiar cualquier palabra en ellas.
  • Practico todas las historias, hologramas e imágenes de mi discurso usando vocabulario visual, auditivo, kinestésico y olfativo.
  • Memorizo y practico las frases de transición (frases entre historias).

Mientras esta preparación proporcionará resultados distintos en cada ocasión, con el tiempo logro encontrar las palabras más efectivas y el resultado último es como si hubiese memorizado el discurso.

Jerzy es orador profesional, entrenador y coach en oratoria. Visita su web Speakers Lair.

Conor Neill

Creo que uno debe escribir el discurso completo y practicarlo lo suficiente como para que las palabras y los tiempos salgan de forma adecuada. Luego, habría que olvidar las palabras específicas y ser capaces de hablar sin recitar de memoria (excepto las frases clave). En otras palabras, no, no se debe memorizar el discurso.

Conor es emprendedor, escritor y profesor de Comunicación Persuasiva en IESE Business School. Visita su blog The Rhetorical Journey.

Andrew Dlugan

Es importante memorizar, al menos, tres componentes del discurso: la introducción, la conclusión y la frase clave de cada punto tratado. Si se olvidan estas tres partes o, si hay que consultar las notas en cada punto, la credibilidad del orador puede sufrir grandemente. Éstas son las partes del discurso que más fácilmente recordará el público y, por ello, deben ser dichas con confianza, mirándoles a los ojos.

En cuanto al resto del discurso, depende. Si el discurso es de 90 minutos, sería una locura memorizar cada palabra. Si es de tres minutos, creo que es completamente razonable memorizarlo. En general, sugeriría a los oradores memorizar lo suficiente como para poder presentarlo de manera fluida, posiblemente utilizando las notas de forma rápida y poco frecuente (no leer el discurso). Si, mientras practicas, omites detalles importantes o mezclas el contenido, no has memorizado lo suficiente la estructura ni las frases de transición.

Andrew cuenta con dos décadas de experiencia en el ámbito del la comunicación. Su blog Six Minutes es una guía exhaustiva para convertirse en un comunicador efectivo.

Dr. Nick Morgan

Nunca memorices tu discurso. Muy pocas personas son  capaces de hacerlo bien y, si no eres una de ellas, en el mejor de los casos hablarás de forma mecánica y, en el peor, olvidarás lo que tienes que decir. En vez, memoriza la estructura y haz que la presentación sea conversacional. Ten las notas suficientes como para controlar el miedo de olvidar lo que has de decir, pero no tantas como para que leas. De este modo, conectarás con el público.

Nick es uno de los más importantes entrenadores en comunicación en Estados Unidos y entre sus clientes se encuentran presidentes y consejeros delegados de empresas del listado Fortune 50. Visita su web Public Words.

Javier Bernad

Cuando no tienes demasiada experiencia en hablar en público, memorizar un discurso puede ayudarte a estar más tranquilo. Pero tiene un peligro muy grande: en cuanto se te olvida una frase, o te equivocas, tu cerebro dice que por ahí no es, y te bloquea el discurso para buscar la frase que se te ha olvidado. Y te quedas en blanco. Entonces empezarás a revisar en tus notas hasta que des con la solución, mientras sudas como un pollo pensando en que estás haciendo el ridículo. En realidad a la audiencia no le importa que te quedes en blanco, le importa cómo lo solucionas.

¿Es conveniente memorizar o no? La mala noticia es que sí. Cuanto mejor te lo sabes, mejor te sale, igual que en los exámenes. Pero la buena noticia es que no hay que memorizar palabra por palabra. Memoriza ideas, no palabras, y memoriza la conexión entre las ideas, aunque idealmente, teniendo tus notas a mano. Si se te olvida algo, siempre puedes recurrir a ellas. Así que tus notas tampoco pueden ser el discurso escrito, sino esas ideas en letras grandes y con flechas, tachones y subrayados que te permitan recordar mejor los puntos clave.

¿Y si no puedo usar mis notas, como en un discurso ultra formal en el día de graduación en una academia militar? Entonces usa referencias en la sala. Coloca mentalmente cada idea en un objeto. La puerta, una lámpara, las cortinas. Solo tendrás que memorizar el orden en el que aparecen.

Cuanta más experiencia tengas hablando en público, menos te preocupará el que se te olvide el discurso, porque te acostumbrarás a preparar bien tu presentación. Esto, más que la memorización, es lo que hará parecer que te lo sabes.

Javier es profesor en el Instituto de Empresa y en la Universidad Europea de Madrid, también es conferenciante y trabaja con empresas multinacionales como formador en comunicación. Visita su web Speak & Span.

Florian Mück

En lugar de hacer caso a Hamlet, diría que depende. A veces memorizo, a veces no. Me aprendo discursos de memoria para dos ocasiones. Primero, cuando participo en competiciones de Toastmasters. Se trata de discursos de entre cinco y siete minutos que puedo memorizar fácilmente. En competiciones, cada palabra cuenta, cada anáfora, cada aliteración, cada metáfora. Necesitas clavar el contenido. En mayo, di un discurso motivacional de 15 minutos en una conferencia online. Ésta fue otra de las ocasiones en las que memorizo mi discurso. Para el resto de eventos utilizo mi sistema de estructuración de discursos (Speech Structure Building), que completo con pensamientos resumidos, palabras y cifras clave, nombres de personas a las que quiero hacer referencia y otra información importante. Además, escribo el primer y último párrafo y me los aprendo de memoria. Esta estructura es mi herramienta clave para preparar discursos de todo tipo. ¿Ser o no ser? Depende.

Florian es autor, orador profesional y entrenador en habilidades de comunicación. Visita su web The Seven Minute Star.

Y tú, ¿qué opinas?

(En la imagen de izquierda a derecha, de arriba a abajo: Conor Neill, Andrew Dlugan, Olivia Schofield, Javier Bernad, Florian Mück, John Zimmer, Jerzy Zientkowski, Nick Morgan. Collage por Gabo Lora)

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