
El humano es un ser aventajado. Lo es porque, gracias a su capacidad de raciocinio, puede hacer cosas que otros seres vivos no harían ni con un microchip de última generación en el cerebro. Una de éstas es el uso del lenguaje, una fantástica herramienta diseñada para entendernos.
Lamentablemente, es frecuente que no nos entendamos. Incluso hablando la misma lengua. Y es que tenemos el don de liarla tan parda a veces, que el idioma, no sólo no nos saca del agujero. En ocasiones es el que nos hunde más. Esto sucede, entre otras cosas, por la falta de detalle, de rigor y por el uso de palabras que destruyen nuestro mensaje.
Tanto en la comunicación cotidiana como (muchas veces) cuando hablamos en público, es práctica habitual que pensemos sobre la marcha e improvisemos lo siguiente que vayamos a decir. Cuando esto ocurre, podemos soltar “abortos de la naturaleza” en forma de “muletillas”. Las dichosas muletillas son relleno que usamos mientras determinamos cuál será la siguiente frase. Las usamos, consciente o inconscientemente, para no perder nuestro turno de hablar o para no parecer que hayamos perdido el hilo y hacer creer al otro que no podemos continuar con nuestra exposición.
Y no nos damos cuenta de que una pausa bien colocada siempre es la mejor solución. Porque transmite control, dominio y calma, en lugar de desorden, falta de preparación e inseguridad.
Por ello, incluyo aquí algunas de las muletillas y comodines más usados en España y cómo eliminarlas de nuestro repertorio para así poder comunicar mejor.
Algunas palabras que destruyen nuestro mensaje
‘Un poco o un poquito’
Es lo último en la moda de las muletillas. Disponible hasta en las mejores familias desde hace unos años y casi tan cotidiano como la palabra “yo”, su uso resta fuerza al mensaje. Lo empequeñece y, al oído ajeno, le quita la importancia que en realidad querríamos que tuviera. Decir “un poquito” (fuera de contexto) antes de cualquier cosa, es equiparable a categorizar a alguien como pelele. Úsalo sólo cuando hables de cantidades.
‘Creo’
Depende de cómo se use, puede denotar creencia o convicción (“creo en las leyes de la física”), bueno para hablar con rotundidad. También puede denotar subjetividad u opinión (“creo que te estás pasando”), positivo para evitar señalar de forma violenta. Por último, puede mostrar cierta inseguridad (“creo que haremos 4 millones este año”). Mucho ojo con la tercera aplicación ya que puede dejar nuestra credibilidad por el suelo. Cuando hablamos en público se supone que somos la autoridad en el tema tratado. Mostrar duda sobre lo que exponemos hará que los demás duden también.
‘O sea’
“O sea” es igual que “es decir”: busca explicar en otras palabras lo que acabamos de exponer. Como muletilla “pija” es graciosa en gags e imitaciones; aunque, sinceramente, nunca he sentido su abuso en persona dentro de ese contexto. Pero independientemente de las etiquetas sociales, usarla alarga inevitablemente las frases. Y mientras más larga una frase, más difícil concretar, lograr que nos comprendan y que recuerden lo dicho. Mejor pausar (con un punto y seguido) y continuar con “dicho de otro modo”.
‘Eh’
La muletilla más común (con sus variantes en función de la procedencia o el acento – ‘hm’, ‘ah’, ‘este’, etc) es sumamente habitual en nuestro día a día y no desaparecerá nunca. De hecho, salvo que seamos Toastmasters extremistas (como he sido yo), escucharla de tanto en cuanto no sólo no es molesto sino que confiere cierta naturalidad a las intervenciones, para bien o para mal. Pero cuando su uso es enfermizo, la cosa cambia. Usada en exceso distrae y molesta a quien escucha. Rebaja la autoridad de quien la usa a dos metros bajo tierra. Porque transmite inseguridad y falta de preparación. ¡Muerte al ‘eh’ ametralladora!
‘Pues eso’
Esto es un ‘bonus track’ de las muetillas. No tengo mucho más que decir al respecto aparte de que me causa gracia. Es una oda al no saber qué decir. Aunque ojo: Es una falta leve en la comunicación cotidiana. Pero es una aberración hablando en público porque indica que nuestro discurso carece de fluidez (estructura, transiciones) o que nos hemos quedado sin nada que decir y no sabemos recuperarnos del impasse… O ambos.
El gran problema de estas muletillas, y de los modismos en general, es que las implantamos en nuestro haber de forma inconsciente. Y cuando nos venimos a dar cuenta ya es tarde, ya son cotidianas. Pero, como con todo, si se usan con moderación, puede que pasen desapercibidas y no influyan negativamente en nuestra conversación o en nuestro discurso. El problema, insisto, es cuando son tan comunes como las pipas en los bares.
¿Cómo se soluciona esto?
Con un balde de agua fría… Con feedback. Tomando consciencia de que las usamos y prestando atención a lo que decimos. Para que cada vez que nos percatemos de su uso desmesurado nos podamos auto fustigar e ir, poco a poco, quitándonoslas de encima.
Tres claves para dejar de usar muletillas
- Feedback ajeno: No nos gusta que nos critiquen ni que nos digan cómo hacer las cosas. Pero cuando alguien con conocimiento y criterio nos ayuda a descubrir el camino, es más fácil encaminarse. Por ello, cuando hables en público, pide a alguien que cuente tus muletillas y manierismos varios y te diga cuáles son. A partir de ahí te será más fácil reconocerlas y trabajar sobre ellas.
- Auto-feedback: Si no tienes a nadie de confianza al alcance de la mano, graba tu ponencia. Luego hazte una bolsa de palomitas y siéntate tranquilo en casa a disfrutar del vídeo. Detestarás verte, pero esta experiencia te abrirá tanto los ojos que no tendrás más remedio que plantarle cara a la situación. Siempre que tengas deseos de superación, claro.
- Toastmasters: No me cansaré de hablar de Toastmasters. Insisto en que tiene el programa para aprender a comunicar en público con la mejor relación calidad-precio del mundo. Allí te machacarán tanto (de buen rollo) con el uso de las muletillas que desaparecerán de tu vocablo en poco tiempo. Funciona. A mí me las quitaron casi del todo y no han vuelto. Y no hablo como un autómata.
El que algo sea común, no significa que esté bien. Las muletillas son sonidos o palabras que destruyen nuestro mensaje y que, por tanto, dificultan la comprensión. Es por eso que conviene tomar consciencia de ellas y trabajar por quitárnoslas de encima. Porque el público se lo merece y porque, en parte, de esto depende la efectividad de nuestro discurso.
¿Qué otras muletillas has notado que son habituales en la comunicación cotidiana? ¿Qué otras formas conoces para dejar de usarlas?
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Imagen de Felipe Cortez
[…] si tienes la tendencia a usar muletillas (palabras o sonidos que no aportan nada al mensaje), en lugar de usarlas, haz una pausa. Esto no […]