7 aprendizajes tras perder la voz y qué hacer cuando te pase a ti

perder la voz

“El hombre es un animal social por naturaleza.”

Dijo Aristóteles en su día. Esto significa que nos asociamos a y vivimos con otros seres humanos por pura cuestión de supervivencia y desarrollo.

Para lograrlo, necesitamos entendernos y esto se consigue comunicando.

Pero, ¿qué ocurre cuando tu medio principal de comunicación desaparece? ¿Qué consecuencias trae perder la voz?

Como Sansón cuando le cortaron el pelo

En sus mejores años, Sansón estaba súper “cachas”. Era tan fuerte que, aunque te cayera mal, más valía tenerlo de tu lado si querías mantener tu integridad física. Un tipo imbatible, tenía la capacidad de levantar pesos imposibles de mover por el común de los mortales.

Llevaba una guapa melena digna de anuncios de Llongueras. Y nadie se imaginaba que ésta fuese la raíz de su fuerza. Pero cuando el enemigo se dio cuenta de ello, envió a una voluptuosa chica a seducirlo, sabiendo que así darían con su punto débil.

Aprovechando un momento de despiste postcoital, la voluptuosa chica le cortó la cabellera. Y como por arte de magia, Sansón pasó a no ser más que un “musculitos” de revista, incapaz de batirse ni siquiera contra un “peso pluma”.

La fuerza de Sansón estaba en su melena. Pero sin ésta, era todo un debilucho.

Cuando la voz es tu arma, perderla te debilita

El pasado 9 de mayo salí de hacer una maestría de ceremonia. Contento por haber quedado bien con el cliente, terminé hecho polvo tras diez días de intenso machaque de mi voz. Vamos, que no me callé ni durmiendo.

Al día siguiente, me levanté con una ligera molestia en la garganta. Era domingo y estaba de Rodríguez, por lo que, en mi voto de silencio, no le di mayor importancia.

Un mes y pico después, sigo con molestias. El otorrinolaringólogo me dijo que se trata de una sobrecarga de la voz, probablemente ocasionada por un mal uso excesivo de ella y me mandó a una logopeda para “aprender a hablar”.

¿Aprender a hablar? ¿Yo, que me dedico a enseñar a hablar en público tengo que aprender a hablar nuevamente para no perder la voz “de verdad”?

Como Sansón y su cabellera, la voz es mi medio de trabajo, es mi arma de batalla y lo que me da la fuerza. Perder la voz y no ser capaz de comunicar con la potencia que acostumbro, no sólo no me permite hacer bien mi trabajo. Me pasa una factura emocional potentísima que afecta tanto a mi estado de ánimo como a mi estado físico. Y, por momentos, me vuelvo una basurilla.

Como el otorrino me mandó a callarme la p!#a boca, he hablado menos, he pensado más y he aprendido algunas cosas nuevas.

Si la voz es tu herramienta de trabajo, porque te dedicas a vender, a impartir formación, a defender casos en tribunales, o directamente no sales de una reunión ni cuelgas un teléfono, presta atención. Tú también puedes perder la voz cuando menos te lo esperes si cometes los mismos errores que yo. Y si esto ocurre, te encontrarás como Sansón con un corte de pelo “caliente”.

Si encajas con uno de estos perfiles, sigue leyendo. Si no, pero conoces a alguien que sí encaja, compártelo con ella o con él. Les ayudarás a seguir viviendo de su voz.

7 cosas que he aprendido tras perder la voz y cómo pueden ayudarte a no perderla

1. Hablo demasiado

Tengo recuerdos (no muy lejanos) de haber sido mandado a callar en múltiples ocasiones. Por hablar más de la cuenta y por hacer mucho ruido.

He tenido la suerte de desarrollar un timbre de voz potente, lo que me ha ayudado siempre a llamar la atención de cualquiera cuando lo he necesitado. Pero con el agravante de que con ésta eclipso a los demás y no les permito escuchar sus respectivas conversaciones (cuando no es conmigo con quien hablan). Esto sin contar que todo el mundo puede enterarse de mi vida privada si no voy con cuidado.

¿Te identificas en alguno de estos escenarios?

  • Interrumpes a tus interlocutores.
  • Cuando estás al teléfono, las personas a tu alrededor sólo te escuchan a ti.
  • Acaparas las conversaciones, ya sea porque tienes una opinión sobre todo o te gusta tener siempre la última palabra.

“Eres esclavo de lo que dices y dueño de lo que callas.”

Si con frecuencia te ves en alguna de estas situaciones, es posible que tengas que pisar un poco el freno y dar mayor protagonismo a los demás.

Callar es de sabios.

2. Escuchar enriquece

Los clichés aburren porque los usa todo el mundo. Pero si es así es porque son verdades populares. Y algo de verídicas serán. Uno de ellos es:

“Si tenemos dos orejas y sólo una boca, ¿no deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos?”

Al tener que hablar menos, no me ha quedado más remedio que escuchar más. Ojo, que la voz interior también impide escuchar lo que hay fuera. Pero al hacer silencio he descubierto lo siguiente:

  • Que mi alrededor está más tranquilo cuando callo. Esto es una muestra de que hablo mucho y muy fuerte.
  • Que puedo aprender de los demás aún más de lo que hacía antes.
  • Hay gente que me muestra su cariño diciéndome que “me echa de menos”.

En reuniones con colaboradores, el que más habla, más información ofrece, otorgando poder de negociación a los demás.

Conozco dos herramientas para hablar menos, escuchar más y así ganar ventaja:

Los demás tienen mucho que aportar. Deja que lo hagan.

3. Pensar (más) nos hace (más) sabios

Del mismo modo que silenciar la voz exterior nos permite escuchar mejor a los sonidos que vienen de fuera, también da pie a que la voz interior se desmelene.

Siempre he sido un tipo impulsivo. De contestar a los correos sin haberlos digerido y de responder a las preguntas sin esperar a que hayan terminado de hacerlas. Mi ex jefe, Gerardo, una vez me recomendó el libro “Piensa, es gratis”, para hacerme entender la importancia de la reflexión en la toma de decisiones inteligentes. Le hice caso.

Al perder la voz, para hacerme entender, tengo que hacer un uso muy selecto de las palabras, porque la cuenta atrás acaba cuando menos me lo espero. El verme forzado a elegirlas muy bien, me ha hecho, no sólo escuchar más, sino también pensar mejor. O al menos estoy en el proceso de implantar este nuevo hábito.

4. Mente y cuerpo son partes de un todo

En esta charla TED, Amy Cuddy, profesora de la Universidad de Harvard, muestra cómo sólo controlando nuestra postura podemos influir sobre nuestras emociones.

De la misma manera que hay poses y expresiones corporales que nos llenan de poder (como la “V” de la victoria con los brazos), hay otras que nos lo arrebatan (como encorvarnos). Asimismo, una sonrisa forzada ayuda a mejorar el estado de ánimo si la mantenemos durante un rato.

Con esto de perder la voz, he entrado en un bucle negativo en el que, a mayor molestia física, o menor capacidad de habla, peor mi estado anímico. Curiosamente, cambios positivos bruscos en mi estando de ánimo (como la sensación de bienestar tras haber saciado mi hambre), me han permitido proyectar la voz un poco mejor que justo antes de comenzar a comer.

No, auto inducirme un estado zen no me ha curado, pero no cabe duda de que con mejor ánimo soy más propenso a practicar mejor los ejercicios de respiración que me ayudan a proyectar la voz sin hacerme daño. Y eso hace que me venga arriba.

Usa tu mente para mejorar tu cuerpo y viceversa. No es una teoría “happy flower”. Es una verdad como una catedral.

5. Los malos hábitos son difíciles de desaprender

Siempre he luchado contra el sobrepeso. Y, desde muy niño, aprendí a meter la tripa para aparentar ser más flaco.

Resulta que veintitantos años de andar encorsetado me han forzado a no llenar la barriga de aire al respirar. Cuando respiro, tiro de pecho y de hombros. Al hacer esto, me quedo sin aire rápidamente y, en lugar de parar a coger más, tiendo a terminar las frases con el poco aire remanente (o sin aire y punto). Y esto fuerza la garganta.

Cuando, en lugar de hablar proyectando todo el aire que llena los pulmones al expandir el vientre hacia delante y hacia los costados, lo hago con el poquito aire que retengo “en el pecho”, machaco a mis pobres cuerdas vocales y por eso termino con la garganta muy tocada.

No se trata de andar inflando la barriga al 100% todo el rato. Pero para aprender a respirar bien, hace falta una terapia de choque, donde tengo que desaprender los malos hábitos que llevo practicando durante décadas.

En otro artículo compartiré algunos ejercicios de respiración. Pero, mientras tanto, hazte la siguiente pregunta:

¿Suelo terminar las frases habiéndome quedado sin aire en los pulmones? Si la respuesta es “sí”, tienes todas las papeletas de estar forzando las cuerdas vocales y es hora de hacer algo al respecto.

6. Hay que dar las gracias todos los días

Todo es relativo. Estoy despotricando por perder la voz cuando hay otros que pierden el trabajo, la casa o a un ser querido. Pero en este momento mi problema es que me cuesta hablar y eso me nubla la capacidad de relativizar.

Y es que, como con muchas otras cosas, no nos percatamos de la importancia de la salud hasta que la perdemos. Un día te preocupa la caída de la bolsa o no haber llegado a la cuota de venta del mes, y al día siguiente te duele la barriga y mandas a la bolsa y a las ventas a tomar viento.

Porque todos los problemas son relativos. Salvo con el caso de la muerte, ante toda situación existe otra peor.

Lo importante es tomar conciencia de que, cuando nos ocurre algo bueno (como gozar de plena salud), agradecerlo lo hace más poderoso. Lo hace mejor. Lo disfrutamos más.

Yo no soy de los que anda agradeciendo todo lo que me pasa en la vida y sólo me doy cuenta de lo bueno que me pasa cuando lo echo en falta. Reconozco que es una tarea pendiente.

7. Hay que cuidarse

Entre la eterna lucha contra el sobrepeso, la reciente entrada del colesterol en mi vida y 17 años de lesión en las rodillas, cualquiera diría que estoy bastante adentrado en la tercera edad.

En realidad, tengo sólo 34 años. Y, en general, me siento fuerte, sano y joven. Pero para seguir sintiéndome así, conociendo mi historial, tengo que andarme con mucho ojo.

Igual que con el coche, al que hay que lavar con frecuencia, cambiarle el aceite y llevarlo a chequeos rutinarios, el cuerpo humano requiere de cuidado. Y la voz especialmente.

Si tu voz es tu herramienta de trabajo o, al menos, parte importante de tu actividad diaria, hay algunas prácticas que tendrás que repensarte:

  • Fumar: Aunque a los 14 creyeras que era “cool”, no lo es.
  • Gritar: Esto incluye darlo todo en el karaoke y echar la bronca a tus hijos.
  • Hablar sin aire en los pulmones: Lo vimos hace un momento.
  • Exponerte a cambios bruscos de temperatura: Constipa y termina desgastando la garganta.
  • Coger frío: En otoño e invierno, bufanda. En primavera y verano, ten siempre a mano un foulard.
  • Consumir bebidas muy frías o muy calientes: Parecido a los cambios bruscos de temperatura. No son buenas para la garganta.
  • Una dieta inadecuada: Échale un vistazo a este artículo sobre evitar el reflujo estomacal.

Como dice el anuncio de la empresa de seguros: “Cuídate mucho”. Nadie más lo hará por ti.

¿Qué hacer al perder la voz?

Ojo, yo no me he quedado afónico (sin nada de voz). Me he quedado disfónico (con poquita voz). Espero que no te pase, pero si te pasa, te recomiendo que hagas lo siguiente:

  • Baja el ritmo inmediatamente: Es muy probable que necesites reposo.
  • Ve al otorrino: Sólo un experto te dirá exactamente lo que tienes y los pasos a dar. (Si te ha detectado nódulos o pólipos, este artículo no es para ti. El tema es mucho más serio y necesitas ayuda inmediata.)
  • Si es un problema de mal uso de la voz, ve a un/a logopeda: Te volverá a enseñar a hablar. Es un proceso engorroso (estoy en ello) pero necesario para evitar problemas más graves.
  • Haz un voto de silencio: Que es la manera maja de decirte que te calles la boca. Te servirá avisar a la gente de confianza para que se comunique contigo por escrito.
  • Ten paciencia: Si te cuidas lo suficiente, el resto es cuestión de tiempo y de reposo. (O al menos eso estoy esperando como agua de mayo.)

Tu voz es un regalo

Trátala como tal. Aunque no sea tu herramienta de trabajo, seguro que la usas a diario para relacionarte. Al fin y al cabo, tú también eres un animal social. Por ello, perder la voz puede ponerte barreras en tu día a día.

Haz buen uso de ella, poniéndola a trabajar siempre con un propósito claro y verás cómo entenderte con los demás será más una cuestión de fondo que de forma.

¿Y tú, te has quedado sin voz alguna vez? ¿Qué se siente? ¿Perder la voz puede ser un problema para ti? Comparte tu opinión en los comentarios.

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