Está más que estudiado el hecho de que la comunicación no trata sólo de palabras. La necesidad de acompañar al lenguaje verbal con una componente no verbal es fundamental para un correcto entendimiento del mensaje. Esto es así en todo tipo de interacción, desde la más informal hasta la más protocolaria.
Sin el componente no verbal, la comunicación es como una mesa a la que le falta una pata. De ahí que sean tan habituales las confusiones en las conversaciones telefónicas y, sobre todo, en las comunicaciones por escrito (¿para qué, si no, se han inventado los emoticons de los chats?). En ambas situaciones, el más mínimo comentario graciosamente irónico es capaz de detonar un conflicto del que salir podría resultar engorroso, en el mejor de los casos. El no estar físicamente presentes invita a que se escapen matices que, muy frecuentemente, son la clave para que no se “líe parda”. Por ello la importancia de estar ahí, en persona, donde no sólo se escucha la palabra, sino también la modulación de la voz, y donde es posible observar lo que nos dice el cuerpo de nuestro interlocutor a través de la gesticulación.
La Real Academia Española de la Lengua dice que gesticular implica el movimiento del rostro, de las manos o de otras partes del cuerpo con las que se expresan diversos afectos del ánimo. Junto con la cara, las manos son la parte del cuerpo que más significado (o afectos del ánimo) añade a nuestras conversaciones. Con las manos marcamos tamaños, indicamos direcciones, mostramos nuestras emociones y hacemos toda una serie de mímicas que, inconscientemente, enriquecen aquello que decimos con las palabras. Un golpe de puño sobre la mesa expresando furia; el pulgar hacia arriba indicando aprobación (al menos en ciertos países occidentales); las palmas de las manos abiertas (junto con la cara de póker) en señal de incredulidad. Y entre gesto y gesto, las manos se mueven al ritmo de nuestra voz, como si bailaran, para aportar mayor fuerza a lo que estamos intentando transmitir.
Según Allan y Barbara Pease en su libro El Lenguaje del Cuerpo – Cómo interpretar a los demás a través de sus gestos (compendio fundamental para entender el lenguaje corporal que citaré con regularidad en declamatoria.com), las manos han sido la herramienta más importante de la evolución humana. Además, existen más conexiones entre el cerebro y las manos que con otras partes del cuerpo. Por ello, más allá de su mera funcionalidad en las tareas diarias, las manos tienen una función básica en la comunicación y el enriqueciendo de su significado.
Cuando damos rienda suelta a nuestro cuerpo y no reprimimos conscientemente nuestra forma de gesticular, las manos dicen mucho de nuestra personalidad, de nuestro estado de ánimo y de lo que sentimos en ese momento. En algunos casos indican seguridad, honestidad y cercanía. En otros, revelan una actitud nerviosa, negativa o defensiva.
En conversaciones normales, afables y cercanas, así como cuando hablamos en público, lo ideal es ser natural, ser uno mismo y desenvolverse de manera conversacional (valga la redundancia). Pero hay ciertos gestos que, por sus connotaciones negativas, hacen peligrar la congruencia que debe haber con el mensaje verbal para que no salten las alarmas. Por ello, cuando presentamos, mejor evitarlos.
1. Esconder las manos: Ya sea detrás de la espalda o en los bolsillos, no mostrar nuestras manos al público puede transmitir falta de honestidad o intento de esconder información.
2. Cruzarse de brazos: Al cruzar los brazos, inconscientemente protegemos nuestros órganos vitales denotando estar a la defensiva. Del mismo modo, juntar las manos frente el cuerpo, como si nos cubriéramos con éstas, puede ser muestra de inseguridad.
3. Palmas hacia abajo: Mostrar las manos con las palmas hacia abajo impone autoridad pudiendo generar un sentimiento de antagonismo en nuestros interlocutores. El saludo del Tercer Reich es un claro ejemplo de este gesto.
4. Señalar: Cerrar la mano y apuntar con un dedo es uno de los gestos más desagradables posibles, comparable con un golpe simbólico a quien se señala. Además, el puño cerrado puede ser catalogado como muestra de hostilidad.
5. Tocarse la cara: La mayoría de los gestos en los que nos llevamos las manos a la cara (boca, ojos, orejas, nariz, cuello), pueden estar asociados a la duda, a la incertidumbre, a la falta de seguridad, a la ansiedad o a ocultar información.
Por supuesto, la lectura de estas señales y del lenguaje corporal en general debe contextualizarse y los gestos deben leerse en conjunto para evitar conclusiones erróneas. No obstante, cualquiera de los antes mencionados, usados de manera muy evidente o en puntos clave de nuestras presentaciones, puede poner en juego nuestra credibilidad como ponentes y, en consecuencia, la efectividad de nuestro mensaje.
Asimismo, para dar cabida a una gesticulación natural, es necesario tener las manos libres (en la medida de lo posible). Ciertamente, en determinadas presentaciones necesitamos controlar las diapositivas con un mando a distancia, pero sostener nuestras notas, un bolígrafo o cualquier otro objeto con el que podamos jugar de forma inconsciente puede distraer a la audiencia, y restar naturalidad y fluidez a nuestra gesticulación.
En vista de todo esto, ¿están tus manos sumando o restando a tus presentaciones?
Imagen por ssutherland.
Fuente: El Lenguaje Del Cuerpo – Cómo interpretar a los demás a través de sus gestos de Allan y Barbara Pease. Editorial Amat 2006.
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