¿Estás aplazando una conversación difícil? Si es así, o te ha pasado alguna vez, seguro que la angustia o el estrés te estaban consumiendo. En este vídeo te voy a revelar cinco acciones útiles para que sepas cómo abordar conversaciones difíciles y no morir en el intento…
Tratar con personas es complicado; quien te diga otra cosa, te miente o ha socializado poco.
¿Por qué? Porque como dicen por ahí, cada quien es hijo de su padre y de su madre. Esto implica que todas las personas tenemos nuestras propias creencias y maneras de ver la vida, basadas en nuestra experiencia subjetiva individual.
Cuando dichas creencias y los valores que las acompañan coinciden, las cosas funcionan bien. Pero cuando hay discrepancias, comienzan los conflictos y surgen las conversaciones difíciles.
Con tu pareja, con tu jefa, con tu hermano, con tu mejor amigo, con tu cliente… da igual. Líos habrá siempre, la clave está en cómo los afrontemos.
Aquí te muestro cinco acciones útiles que te ayudarán a sobrellevar las conversaciones difíciles y salir lo mejor posible de estas.
1) Elige bien el contexto
Contexto es el conjunto de elementos que te permiten entender bien una situación.
Responde a las preguntas qué, por qué, para qué, cómo, cuándo, dónde, cuánto y otras tantas variables que van en esta línea
Cuantos más elementos del contexto controles, mayor será tu control sobre la situación.
¿El summum del control al afrontar conversaciones difíciles? Ser capaz de elegir tú el contexto o algunos de sus elementos.
Ante una conversación difícil, hay tres elementos concretos del contexto sobre los que tienes cierto grado de influencia. El cómo, el cuándo y el dónde. Me voy a centrar en el primero: el cómo.
Yo soy un tipo impulsivo a quien le cuesta muchísimo pensar en frío en medio de una discusión. Si me pilla de sorpresa, pierdo casi toda mi capacidad de razonar de manera inteligente.
¿Te identificas?
En cambio, cuando puedo dedicar tiempo a analizar la situación y a elaborar un listado de puntos a tratar, consigo un resultado mucho más satisfactorio. Además, ese proceso me prepara emocional y mentalmente para abordar la conversación difícil.
Antes de tener una conversación difícil pregúntate:
- ¿Qué quiero decir y por qué?
- ¿Cómo puedo hacer mis planteamientos de manera que ambas partes ganemos?
Y mejor aún, escribe los puntos principales y el orden en el que los quieres tratar. Aumentarán así las probabilidades de plantearlos de forma coherente, a pesar del estrés.
Este último elemento me ayudó muchísimo en una conversación estresante que tuve por teléfono hace unos meses y que llevaba tiempo evitando. Sabía que tenía que afrontarla para desbloquear la situación, pero me daba un montón de miedo, porque con frecuencia me empequeñezco ante los conflictos ya que soy un tipo sensible.
Decidí sentarme a analizar punto por punto lo que había ocurrido y cuál podía ser el mejor enfoque posible. Además, como la conversación iba a ser telefónica, aproveché para tener mis apuntes cerca y no salirme del guión.
El conflicto se arregló y pudimos pasar página.
2) Trabaja tu mentalidad
Un conflicto es como una hoguera. Si le echas leña, el fuego se hace más intenso.
Para evitar que el conflicto se intensifique y la temperatura suba durante la conversación, hay múltiples decisiones que puedes tomar. Pero, probablemente, la más impactante de todas es dejar las presuposiciones en la puerta y entrar a la discusión con la mente abierta.
Esto comienza por entender que una discusión no es un concurso en el que gana quien más alto habla. De hecho, éste es uno de los grandes errores de los debates (que vemos en persona, en redes sociales o en la televisión): nos obsesionamos por imponer nuestra postura; no por entender al otro.
Si, en cambio, te abres a la posibilidad de que el punto de vista de la otra persona podría ser válido, es mucho más fácil llegar a un acuerdo en el que ambas partes ganan.
Por esta razón, entra a la conversación entendiendo que ninguno es mejor que el otro y que no se trata de tener razón o ser mejor, sino de llegar a un entendimiento mutuo.
Al fin y al cabo, es muy probable que tengas que seguir viéndole la cara con frecuencia. Mejor si se alcanza un punto de encuentro.
Antes de tener una conversación difícil pregúntate:
- ¿Hay algo en lo que, objetivamente, tenga razón?
- ¿Qué elementos podrían ayudarnos a entendernos?
3) Escucha atentamente
Ofrécele tu atención plena. Ten en cuenta que, a menudo, las personas lo que queremos es ser escuchadas y nos calmaremos con el simple hecho de decir lo que teníamos que decir.
Resiste la tentación de responder hasta que no haya acabado. Si le interrumpes, es muy probable que sienta que no estás en disposición de escuchar su versión.
A medida que escuchas, haz todo lo posible por empatizar con su visión de las cosas. Ponte en su situación, intenta entender lo que siente y la razón por la cual está molesto.
En el proceso, te ayudará muchísimo buscar aquello que os une; los vínculos, puntos de encuentro de ambas posturas o aquellas áreas en las que sí estáis de acuerdo.
Cuando haya acabado, parafrasea lo que ha dicho para asegurarte de que hayas entendido bien, y haz preguntas para aclarar cualquier duda.
4) Presenta tu postura con claridad
Con voz calmada, reconoce sus sentimientos y su perspectiva antes de comenzar a hablar sobre la tuya. Esto le mostrará que le has prestado atención y que has hecho el esfuerzo por empatizar con su manera de ver las cosas.
Además, pon sobre la mesa aquello que os une y pregúntale si está de acuerdo con tu apreciación al respecto. Ten en cuenta que, reconocer los puntos de acuerdo reduce notablemente el conflicto.
A medida que expliques tu punto de vista, pon el foco en los hechos, sin mentir, exagerar ni usar un lenguaje ofensivo. Esto le dará un carácter objetivo a tu planteamiento, dejando a un lado las opiniones subjetivas que suelen no ser interpretadas de la misma manera por ambas partes.
Al expresar tu postura, evita a toda costa las exageraciones, generalizaciones y el uso de palabras categóricas como “nunca”, “siempre” o “todo”. Esto resta valor a tu planteamiento, haciéndolo completamente subjetivo, sin fundamento e imposible de demostrar.
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5) Cuida tu lenguaje corporal
A la hora de transmitir el significado emocional de lo que comunicas, tu lenguaje corporal es responsable de un 55%. Esto es especialmente importante al abordar conversaciones difíciles.
Si quieres reducir el estrés de la discusión, evita a toda costa los gestos que puedan asociarse con la agresividad o que te muestren a la defensiva como:
- Cerrar los puños.
- Señalarle.
- Hacer movimientos bruscos.
- Cruzarte de brazos.
- Mantener un contacto visual de manera fija y en formato de túnel, o evitar visiblemente su mirada.
No, no se trata de forzar gestos concretos, porque al hacerlo no comunicarás de manera congruente. Y cuando esto ocurre, la otra persona puede dudar de tus intenciones.
Pero sí es importante que, en el momento de identificar estos gestos en tu propia comunicación, los deshagas. Al deshacerlos, cortarás con ese estado emocional y reducirás la energía negativa que podrías estarle contagiando.
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A nadie le gusta tener conversaciones difíciles porque las situaciones de conflicto son francamente incómodas. Pero en tu día a día, te toparás con muchas, y, para salir adelante, tendrás que armarte de valor y de las estrategias adecuadas para remediarlas.
Sigue estos consejos y sobrevivirás.
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